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La Virgen de Guadalupe se ha acuñado a través de los años como símbolo de protección, consuelo, identidad e inclusive independencia y heroísmo. Es, hoy por hoy, una de las fiestas más grandes celebradas en territorio mexicano y una de las imágenes más emblemáticas de fe y devoción hacia la Virgen Madre de Dios.

Virgen de Guadalupe

La devoción a la Virgen de Guadalupe es uno de los rasgos de identidad más fuertes de la mexicanidad, que se vuelve tangible de manera especial durante la celebración anual de las apariciones marianas en el Tepeyac. Dicha advocación, en conjunto con otras representaciones marianas como la Virgen del Carmen, la Virgen de la Soledad y la Inmaculada Concepción, forman parte del imaginario religioso novohispano que se ve reflejado en el amplio repertorio iconográfico, tanto pictórico como escultórico e impreso aún presente en templos, capillas, conventos y oratorios domésticos.

La imagen de la madre de Dios ha estado presente en gran cantidad de culturas y religiones, llamada Cíbele, madre de los dioses entre los romanos; Diana de Éfeso, la suprema madre virginal; Isis la protectora entre los egipcios, Tonantzin e Ixchel, las diosas madre entre los pueblos indígenas mesoamericanos. Con la dominación romana y a partir de la conversión de Constantino, muchos de los templos dedicados a este ícono maternal se transformaron en templos marianos, algo similar sucedió en territorio novohispano, en donde la imagen de la fecunda madre tierra que acoge, protege y alimenta al pueblo fue sustituida por la imagen protectora de María.

Del 9 al 12 de diciembre de 1531, María de Guadalupe se apareció a Juan Diego en el cerro del Tepeyac encomendándole el mensaje de que se le construyera un templo en dicho sitio. Para certificar su presencia y mandato estampó su imagen en la tilma de Juan Diego, misma que éste utilizó para recoger rosas de Castilla, evidencia de su aparición y símbolo mariano por excelencia, presente en la letanía lauretana como la rosa mística.

Pasaron más de 100 años para que el culto guadalupano se expandiera a círculos sociales más allá de la comunidad nahua parlante del Valle de México, y 100 años más para que su culto fuera reconocido oficialmente mediante bula papal. La publicación del Nican mopohua (“Aquí se cuenta”) (1649) atribuido a Antonio Valeriano, permitió una mayor difusión de su imagen e historia, mientras que las crónicas de los milagros, patronazgos y exvotos afianzaron la devoción.

Los elementos iconográficos de la Virgen de Guadalupe refieren a ella como María, Madre de Cristo, la Inmaculada Concepción y la mujer del Apocalipsis. La Virgen de Guadalupe es un texto lleno de símbolos accesibles para quienes comprenden un lenguaje visual/simbólico aprendido de una tradición metafórica adquirida por la lengua y el entorno.

El culto mariano pisa tierra firme en territorio mexicano al encontrarse un pueblo sumamente devoto de la figura matriarcal como sinónimo de vida, fecundidad y fertilidad reflejadas en Tonantzin, “nuestra venerable madrecita”.

Las imágenes de la Virgen de Guadalupe presentes en el acervo del Museo de Santa Mónica muestran una diversidad de manufacturas y orígenes. Desde libros, estampas y piezas devocionales personales, hasta un exvoto. Si bien la presencia guadalupana en los espacios conventuales novohispanos inició con una devoción eminentemente indígena, ésta permeó dichos espacios concediendo milagros y generando patronazgos como en el caso del convento de las Jerónimas y las Dominicas de Santa Catalina de Siena, ambos de la ciudad de Puebla.

Curadores

  • Andrea Montiel López

  • Jorge Luis Merlo Solorio

  • Karina Lissete Flores García

Composición de la exhibición

Galería de la exhibición

RESUMEN

No. de piezas expuestas

Pinturas

Libros impresos

Objetos

8

4

4

0

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