Sala Capitular
Este era un espacio más oscuro, amplio y de forma cuadrangular. Al construirlo, se privilegió la acústica para que las exhortaciones de la priora se escucharan en cada rincón. Las monjas adornaban la sala capitular con imágenes relacionadas con la piedad, el arrepentimiento y las vidas ejemplares.
La comunidad de religiosas asistía a esta habitación para el “capítulo”, la reunión plenaria donde se hablaba del funcionamiento y vicisitudes del convento, así como de la organización de las fiestas de los santos. En esta reunión la jerarquía del convento quedaba revelada: la monja priora o cabeza de la institución designaba los oficios y las responsabilidades de cada religiosa.
Las monjas acudían cada semana a esta sala para el capítulo de culpis. Frente a las demás, las religiosas confesaban sus faltas y la priora les imponía una penitencia. Existían cuatro clases de culpa: leve culpa, media culpa, grave culpa y gravísima culpa. Según la falta era la corrección, que podía ser desde ayunar, comer en el suelo o besar los pies de las monjas, hasta la pena máxima: permanecer en la celda de exclusión por el tiempo que la priora considerara necesario.