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Relicarios

Las reliquias son los cuerpos de los santos –o parte de ellos-, así como los objetos que usaron o tocaron durante suvida. En la Edad Medida, estos vestigios fueron depositados en grandes relicarios dentro de las catedrales. Una reliquia daba prestigio a la iglesia y a la población que la custodiaba; por ello, a esos santuarios llegaban peregrinaciones para solicitar el favor de un santo a través de sus restos.

Hacia el siglo XVIII, la veneración pública y colectiva de las reliquias pasó también al ámbito privado. Los creyentes guardaron para sí estos objetos de carácter sagrado, conservándolos en altares domésticos o incluso entre su ropa o pendientes de su cuerpo.

Por su carácter “milagroso”, las reliquias fueron y son consideradas una protección contra el mal y un medio para pedir la intercesión de un santo ante Dios. En el acervo de Santa Mónica se conserva un buen número de ellas, evidencia de las prácticas y creencias de las religiosas que habitaron este convento, así como de la sociedad a la que pertenecieron.

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