Monjas Coronadas
La tríada de lienzos que lleva por título Sor María de San Joseph, Sor Anna Francisca Ignacio y Sor María del Rosario pertenecen al tipo iconográfico reconocido como “monjas coronadas “.
El atavío que portan las retratadas -corona de flores, velas adornadas y crucifijo- corresponde al día en que profesaron de religiosas, renunciando con ello a su vida mundana para unirse a Cristo en calidad de esposas fieles y resignadas.
Por el estilo del atuendo y lo copioso de las coronas y ramilletes de las profesas, es probable que estas obras pertenezcan al siglo XVIII, no obstante que dicha tradición se remonta a la España del siglo XVII y fue difundida enlos dominios americanos, especialmente en la Nueva España.
En el caso del retrato de Sor Ana Joaquina Josefa San Agustín, pudo haber sido el de una profesa de velo blanco, perteneciente a una comunidad austera -como el convento de Santa Mónica o las capuchinas-, por la sencillez de suatuendo y la mirada baja en señal de humildad.
La profesión y la muerte representan los dos momentos en que las religiosas eran ataviadas con corona, ramilletes y crucifijos o velas. Cuando una monja moría, si era virtuosa o había destacado por algún rasgo piadoso, la comunidad encargaba a un pintor su retrato, ya fuera en posición yacente, como es el caso de Magdalena de Cristo, o incorporada y con los ojos cerrados, como sucede con María de la Encarnación y la Religiosa con corona, flores y crucifijo.
También se hicieron retratos de aquellas monjas que asumían el cargo de prioras, abadesas o superioras, y de las religiosas que destacaban en determinados oficios como en la escritura.
Testimonio de una Profesa: Sor María de San Joseph (1656-1719)
Hija de padres criollos, Juan Palacio Berruecos nació cerca de Tepeaca, Puebla. Desde muy joven sintió el llamado de la vocación religiosa. Sin embargo, los limitados recursos de su familia impidieron que ingresara a un convento.En 1687, el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, favoreció su entrada al convento de monjas agustinas recoletas de Santa Mónica, que no requería dote. Al profesar se despojó del nombre que había llevado en el siglo, es decir, fuera de la vida religiosa, y adoptó el de sor María de San Joseph. Fue maestra de novicias, el cargo más importante de la jerarquía conventual después de la priora. Tras permanecer alrededor de 10 años en Santa Mónica, el obispo Santa Cruz la eligió como fundadora del convento de La Soledad, en Oaxaca, donde vivió hasta su muerte.
Sor María de San Joseph escribió su autobiografía por mandato de sus confesores. En los manuscritos –hoy resguardados por la Carter Brown Library-, la monja narra su infancia en la casa paternal, su estancia en santa Mónica y luego en La Soledad. Sus papeles describen la rivalidad entre religiosas, la tristeza, la holgazanería y la obstinación -de algunas mujeres- para seguir una regla estricta como la agustina. Este relato autobiográfico permite asomarse a la vida en los claustros del siglo XVII: un universo cerrado, regido por la observación de los votos y el seguimiento del oficio divino; y, al mismo tiempo lleno de pasiones humanas.