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La Natividad de la Virgen

Luis Berrueco
Primera mitad del siglo XVIII
Óleo sobre lienzo

Este lienzo muestra el pasaje conocido como la Natividad de la Virgen, retrata el momento posterior al alumbramiento de María en el que es contemplada por sus padres. Podemos observar el interior de una habitación con un conjunto de seis personas, repartidas tres en un plano frontal y las restantes en segundo término. La Virgen al centro, recién bañada en brazos de una criada y en el extremo izquierdo san Joaquín observa atento a su hija; en el lado derecho una segunda criada seca un paño sobre un brasero. En el plano posterior, la madre santa Ana es atendida por una mujer de mayor edad que la da de comer; junto a ellas está un arcángel, posiblemente san Gabriel que con un ligero ademán invita al espectador a compartir la escena. En el lado derecho, fuera de la habitación es posible observar una cocinera que frente al fogón prepara alimentos.

Este pasaje y los que refieren a la niñez de la Virgen no se encuentran en ningún texto canónico, por el contrario, se les conoce a partir de la tradición apócrifa en el Protoevangelio de Santiago. Gracias a éste se conocen los nombres de Ana y Joaquín y los avatares sufridos en la concepción de María.

Joaquín, originario de Nazaret, se casó con Ana, natural de Belén. Ambos eran de la Tribu de Judá, del linaje de David. Eran ricos, nobles y descendientes de reyes, capitanes y sacerdotes. Durante toda su vida llevaron una conducta ejemplar, fieles a la ley de Dios. Sin embargo, tras veinte años de matrimonio no habían tenido la descendencia anhelada. Joaquín, luego de ser reprendido en el templo por un sacerdote por no haber contribuido a la propagación del pueblo de Dios, se retiró humillado al campo. En medio de sus ruegos, un ángel –al que algunos han señalado como el arcángel san Gabriel— le vaticinó el alumbramiento de su hija a la que llamará María. Ella tendrá la tarea de engendrar al hijo del Altísimo para la salvación del Mundo. El ángel invitó a Joaquín a que se reuniera con su esposa, quien sería compartida de la misma noticia. Así, Ana concibió a María a los 8 días de diciembre, fecha en que se celebra la Inmaculada Concepción. Cumplidos los 9 meses, nació el 8 de septiembre en Nazaret y 9 días después, según la costumbre hebrea, le fue puesto el nombre de María.

De acuerdo con los tratadistas Francisco Pacheco y Juan de Interian de Ayala, la escena se debía pintar con santa Ana recostada en una cama, dando a entender que el parto recién acaba de ocurrir junto con un grupo de criadas que diligentemente le sirven. Es posible pintar a san Joaquín cargando a María, doblando ambas rodillas, levantando los ojos al cielo, en acción de gratitud, o bien sentado y pasmado de ver la hermosura de la hija recién nacida que es presentada por alguna otra mujer. Ambos tratadistas reiteran el cuidado de no pintar a la Virgen desnuda por contravenir el decoro y el respeto del sexo del infante.

En cuanto a esta pintura, es importante advertir la licencia de incluir al arcángel en el conjunto, cuya aparición no está referida después del alumbramiento. Por otra parte, llama la atención el arreglo excesivo de María que más que un bebé recién nacido es presentada como una pequeña niña con pendientes, collar y el cabello recogido; sin duda arreglo que quiere denotar su carácter regio.

Este lienzo es de la autoría de Luis Berrueco, uno de los pintores más importantes de la primera mitad del siglo XVIII. Su trabajo fue reconocido por realizar importantes trabajos en la Catedral de Puebla y otros santuarios en la región Puebla-Tlaxcala.

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