Flagelación de Jesús
Nicolás Rodríguez Juárez
Primer tercio del siglo XVIII (ca. 1713-1734)
Óleo sobre lienzo
Este lienzo presenta la firma Nicolaus Rodríguez Juárez, Clers. Presbytr. (Clérigo Presbítero), por lo que se data entre 1713, año en el que se ordena como sacerdote tras la muerte de su esposa, y 1734, fecha de su fallecimiento.
Nicolás Rodríguez Juárez pertenece a la célebre dinastía de pintores novohispanos “los Juárez”: Luis Juárez (ca. 1590-1639) es su bisabuelo; José Juárez (1617-1660) su abuelo; Antonio Rodríguez (ca.1635- 1692) su padre y esposo de Antonia Juárez; y Juan Rodríguez Juárez (1675-1728) su hermano menor.
Nicolás y Juan, trabajan entre finales del siglo XVII y principios del XVIII realizando una labor extraordinaria, en la que no sólo manifiestan un cambio de siglo sino también de estética. Representan un puente entre la exuberante energía de los pinceles de finales del siglo XVII y el arte sosegado y dulce, relajante y ligero, que habrían de practicarse a partir del segundo tercio del siglo XVIII, y muestra de ello es ésta obra, pues al pertenecer al primer tercio del siglo XVIII presenta una fuerte influencia de la técnica del claroscuro manejado por su antecesor José Juárez.
Los efectos de la luz y sombra manifiestan la necesidad del espíritu barroco de su autor que busca exagerar y conmover las emociones a través de la concepción de la luz como la relación de ésta con su contraparte la sombra. El juego de la luz que, centrada en el punto de atención, dramatiza la obscuridad circundante; la sombra se concentra y deja todo en sombra negra, agresiva y misteriosa, convirtiéndose en contenedor que le da forma y expresividad a la escena, un duelo callado y combativo, luz y oscuridad, un poderoso medio evocador de emociones intensas.
La creación de esta obra probablemente haya sido influenciada por aquellas realizadas en la Catedral de Puebla por su hermano Juan, quien reprodujo, en 1702, doce pasajes relevantes de la vida de san Ignacio de Loyola, haciendo que Nicolás Rodríguez Juárez, ejerciendo además el sacerdocio, se inspirara en los ejercicios espirituales ignacianos, cuya intención es la de aumentar la experiencia personal de la fe.
En esta obra es posible leer tres momentos: el primero, representado por el verdugo que, como era tradición, “aparece semidesnudo, cubiertos los pies con aquel género de botines militares que usaban los romanos, elevando los brazos y azotando de un modo verdaderamente feroz a Jesucristo”, seguido de un personaje cuya vestimenta no corresponde a la época, pero es quien parece descubrir la escena al portar la fuente de luz y mostrar asombro con el gesto de su brazo izquierdo. En el centro, el segundo momento, en el que Cristo parece desfallecer, con el rostro inclinado en posición contraria a la de sus manos que siguen atadas a la columna, utilizando ésta como apoyo a fin de que su cuerpo no caiga consumido por el sufrimiento. En el tercero, aparecen cuatro personajes con rostros acongojados, por lo menos uno de ellos alado, dos ofrecen incienso, probablemente en relación a los sacrificios de la Antigua Alianza, los cuales destacaban por ser sin derramamiento de sangre y de olor grato a Dios.