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Entre la Policromía y el Textil:

telas que visten esculturas

El textil siempre fue apreciado tanto por su valor material y técnico, como por el artístico, por ello las telas se han usado para engalanar espacios, sean públicos, privados o de culto. Esta importancia se percibe a través de los inventarios y las cartas de dote que dan cuenta del rico ajuar textil con el que contaba la sociedad novohispana. Otro objeto artístico de gran poder expresivo han sido las imágenes escultóricas. Más real que parecía una imagen, más poder poseía. Por eso no es raro que se haya aprovechado materiales ricos como metales, piedras preciosas y textiles para ambientar a las imágenes. En el contexto de las esculturas se encontraba una variedad de éstos, sea en forma explícita o representada. En cuanto a los textiles, no sólo vestían a los santos, también se usaban para enriquecer su contexto, en forma de baldaquinos, cortinas y velos. Las esculturas más veneradas incluso permanecían ocultas la mayor parte del año detrás de velos y ricos cortinajes para ser descubiertas solamente en fiestas importantes, lo cual les dotaba de un aspecto de misterio aumentando su valor expresivo.

La religiosidad que pretendía acercarse lo más posible al santo y con ello a la divinidad, se plasmaba en el hecho de dotar a las imágenes de un ajuar de ropajes ricos y de joyas. No siempre se trataba de imágenes de vestir, era igualmente una práctica común engalanar las esculturas de talla completa con ricos ropajes, que dejaban olvidar el trabajo de estofado que se mantenía cubierto. Otorgarles ropa verdadera permitía vestir las imágenes según el calendario litúrgico y las modas.

Desde temprano la Iglesia estaba vigilando estas prácticas, siempre preocupada por los excesos que podían encaminarse hacia una adoración de ídolos y una pérdida de respeto hacia las imágenes. Por eso en la última sesión del Concilio de Trento (1563) se apuntó que "el honor que se da a las imágenes se refiere á los originales representados en ellas," que su función era instruir, mostrar a los santos como ejemplos a imitar y presentar los milagros de Dios. Por ello tenía que cuidarse que "[...] no se pinten ni se adornen las imágenes con hermosura escandalosa." Los diferentes concilios provinciales mexicanos fueron más explícitos en estos puntos. Mientras el Tercer Concilio (1585) apúntó que no existía ninguna necesidad de vestir a las imágenes y en el caso de que sí se haga se tenga cuidado que todo esté destinado al culto, sobre todo cuando particulares les regalen, en el Cuarto Concilio (1771) se usaron palabras más enérgicas: "[...] se ha introducido el abuso [...] de hacer imágenes con sola cara y manos, y vestir lo demás del cuerpo con adornos del mundo, [...] muy ajenos de la singular modestia de María santísima y santas vírgenes, de que se sigue el sacar de la iglesia las imágenes y llevarlas a casas particulares para vestirlas a su idea, cuando todo esto es una puerilidad y en disminución del respeto y veneración que los seglares han de tener a las imágenes, que aprecian en poco cuando al vestirlas sólo ven unos cartones o armadura de palos [...]."

Pero no todas las esculturas estuvieron vestidas con telas verdaderas, eso aplicaba sólo a las más veneradas y las propiamente hechas para vestir. La mayoría de las piezas portaban solamente su estofado. Una manera de mantenerlas "a la moda" fue repolicromarlas, por lo cual existen esculturas cuya talla es anterior al estilo de su estofado. Los estofados siguen los patrones de los textiles, en el siglo XVII, por ejemplo, proliferaban las llamadas primaveras de flores, que consistían en telas con flores pequeñas, mientras que en el XVIII dominaban diseños de flores grandes y opulentas organizadas en ramilletes.

La comparación de estofados con textiles ha demostrdo, que no se buscaba imitar un textil real existente, sino más bien representar uno rico que tuviera ciertos efectos -y verosimilitud-. Para ello los talleres contaban con muestras de telas o fuentes gráficas, los cuales podían combinarse de manera libre, así que en un buen estofado se aprovechaban los motivos ornamentales para apoyar los volúmenes de la talla. Tal como en la vestimenta real que combinaba distintos tipos de textiles, éstos se diferenciaban en el estofado. Las telas exteriores solían ser las más lujosas y vistosas, los forros eran de menor riqueza en cuanto a color y material, muchas veces listadas, es decir con franjas o de un efecto tornasolado. Los galones consistían en hilos metálicos o encajes finos. Las estrategias para traducir los efectos del textil a la policromía podían ser los siguientes: para dar impresión de tornasolado y de las telas que integraban hilos metálicos servía el esgrafiado, para crear los brocados se practicaba el dorado con picado de lustre, que también se usaba para aparentar la aplicación de lentejuelas. Las partes bordadas o espolinadas se podían representar con dibujos a punta de pincel.

Además de las esculturas, también los retablos contaban con secciones que imitaban textiles, como son las cortinas talladas y policromadas, los fondos de nichos y los frontales de altar policromados, con lo cual el textil, sea en forma real o representado, poseía un lugar privilegiado en la ornamentación del espacio sagrado.

Curadora

  • Franziska Neff

Composición de la exhibición

Galería de la exhibición

RESUMEN

No. de piezas expuestas

Pinturas

Libros impresos

Objetos

8

4

4

0

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