Cocina
La cocina conventual se construyo cerca del refectorio para trasladar con facilidad los alimentos. Para prevenir incendios, las monjas procuraron que los dormitorios y la ropería no estuvieran próximos. Contiguo a la cocina, en un pequeño patio estaba el corral, para las gallinas y aves domesticas también junto a las cocina, las monjas ubicaron pequeñas celdas para guardar alimentos y utensilios.
Las monjas novohispanas consagraban los momentos libres de oración al bordado, al tejido y a la cocina, siguiendo la tendencia de san Benito –el ora el labora, rezar y trabajar-como línea rectora de su vida en clausura. Consagraron sus labores a dios, esperando que su esfuerzo y dedicación las encaminaran a la salvación las monjas poblanas, por ejemplo, emplearon gran grande de su tiempo en la cocina, combinado ingredientes y creando exquisitos platillos para deleitar a los miembros de la elite virreinal.
En sus cazuelas las religiosas combinaron alimentos de origen americanos y europeo para crear complejos guisados que traspasaron los muros conventuales ingredientes como la guayaba, el cacao, y el chile –propios e esta tierra- y la cebolla, el durazno y la manzana-provenientes de Europa-fueron ron mezclados para elaborar un nuevo mundo, de sabor. Las recetas que de ello resultaron fueron el mole el pipián y el rompope y otra delicias de la cocina mexicana que , con extraordinaria dignidad , representan un aspecto mas el mestizaje entre Europa, Asia y América.